
1. Principio
del ambiente idóneo: No nos digamos mentiras, no hay un
sitio ideal para estudiar. Quien realmente quiere hacerlo lo hará, aunque esté
en una bulliciosa urbe tropical donde la tentación está por todas partes.
Sin
embargo, a nivel individual sí necesitamos de nuestro espacio de estudio, un
santuario de relax, meditación y ciencia.
Aquel
lugar no necesita ser un estudio lujosamente equipado, aunque sí debe conservar
varias características favorecedoras de la creatividad y la reflexión:
- De ser posible, debe ser un lugar tranquilo y apacible, lo cual no impide
que haya música ligera, porque a veces el silencio también abruma y
desconcierta.
- Debe ser un espacio ordenado y limpio, en la medida en que
los tornados de creatividad permitan mantener ese estado. Si se inclinan como
este autor por la libertad de crear, no siempre podrán mantener un orden
impecable porque las ideas surgen sin aviso previo y hay que capturarlas en un
papel o en la computadora, sino se pierden irremediablemente en los confines de
la psique (salvo que el psicólogo nos realice una regresión, claro está, lo
cual no es barato). Pero el caos controlado, hay que decirlo por cierto,
funciona sólo hasta cierto punto, más allá del cual sufren la puntualidad y la
memoria, quienes deben esperar y aquellos a quienes se olvida de contactar,
ayudar, asesorar, evaluar o atender.
Por tal razón el estudiante inteligente hace bien en conservar su espacio de trabajo autónomo libre de polvo y cosas fuera de su lugar. La organización y la sistematización favorecen el aprendizaje. - Es necesario apegarse a un horario. Y
de ser posible armar un cronograma flexible, según vayamos conociendo las
actividades académicas y extracurriculares de manera que sepamos cuándo y dónde
debemos hacer qué. Sistematizar las tareas de este modo nos obliga a ser
responsables, cumplir metas de corto plazo y mejorar nuestra administración del
tiempo e incluso de otros recursos, como el dinero y nuestro esfuerzo mental y
físico, a través de la relación costo/ beneficio que implica nuestro omnipresente
costo de oportunidad.
- Debemos aprender a planificar y
coordinar, tiempos, recursos y actividades de modo que no tengamos que
amanecernos estudiando la noche previa al examen, sólo para descubrir con terror,
decepción y ansiedad que las neuronas trasnochadas son altamente improductivas
e ineficientes. Es mejor que estudiemos un poco cada día, de modo sistemático y
disciplinado, para así distraer y liberar nuestra mente el día de esa
evaluación importante y estar frescos y relajados previo al enfrentamiento con
las preguntas y los ejercicios rebuscados que retan nuestro intelecto hacia los
límites del 10% de la capacidad cerebral (que según dicen algunos es el
porcentaje de la capacidad nominal del cerebro, que utilizamos durante nuestra
vida).
- Dicho eso, sobra decir que es mejor abstenerse de desvelos y bebidas alcohólicas la víspera y, dependiendo del tipo de evaluación, algunos días antes del examen, para no sufrir los efectos que las sinapsis con resaca causan en nuestra sintaxis, a la hora de poner en blanco y negro nuestros conocimientos, memorizados a la fuerza, a último minuto y desesperadamente.