viernes, julio 01, 2011

¿Es el cien sólo un sueño? (II/V)

Quizá esto no sea nuevo, pero hoy más que nunca ha llegado a ser más y más evidente en el mundo estudiantil de muchos países, sobre todo en el nivel medio. Ese tipo de alumnos enfrentan discriminación, maltrato psicológico y hasta físico, y como consecuencia llegan a desarrollar estrés, ansiedad y depresión. Es como si fueran alguna especie de tribu urbana que luce detestable a los ojos de quienes no quieren esforzarse por aprender o de quienes simplemente vinieron de fábrica con un procesador lento, insuficiente memoria RAM o escasa memoria ROM (y más bien con harto sueño REM).

Afortunadamente, a nivel superior aún se piensa que es destacable y honroso obtener altos puntajes, como reflejo del dominio que se tiene de un área del saber determinada. Aunque eso no implica que sea lo más deseable, por las razones ya expuestas.

A todo eso hay que añadir las ya de por sí complicadas circunstancias de nuestra realidad local. Las restricciones presupuestarias que limitan el acceso a infinidad de bienes y servicios (de los que sí tenemos un conocimiento instantáneo y completo gracias al Internet, la televisión paga y la infinidad de otros medios que nos saturan de información sin otorgarnos verdadero conocimiento) son una de las principales preocupaciones en la mente de los estudiantes. Pero más allá de éste y otros factores cuantitativos, son problemas cualitativos los que controlan el ánimo y la voluntad estudiantiles con más frecuencia de lo que solemos aceptar.

Así que volvamos al planteamiento incial:
¿Es el 100 sólo un sueño?
(To be continued..)

domingo, junio 12, 2011

¿Es el 100 sólo un sueño? (I/V)


Quizá obtener la nota non-plus-ultra no sea el interés primero ni el más evidente en el estudiante universitario. De hecho, es posible que los 100 que aparecen en algunos registros de calificaciones de mis colegas docentes sean sólo desviaciones estándar positivas, que se explican no tanto por la extraordinaria capacidad intelectual del estudiante como por su inusual y a la vez innata habilidad para asesorarse y asesorar a otros en un examen, o para consultar discretamente sus apuntes, el teléfono celular o las reducciones del libro base de la materia. Diríase que la generación Y ha evolucionado con un gen -¿o valdría decir un biochip?- que ha potenciado sus habilidades en esos quehaceres, en los que eventualmente se hallan al menos una vez por parcial.
Definitivamente a muy pocos estudiantes parece quitarles el sueño obtener la nota perfecta. Algunos, de hecho, calculan sus asistencia a clases a fin de limitarla al mínimo indispensable para pasar de año, es decir, al 70%. Ni qué decir de la nota mínima: 70. Estadísticamente hablando, esa nota se convierte a la vez en moda, media y mediana. Se podría inferir también que dichos estadísticos no están lejos de los parámetros.
Tal vez se deba no sólo a que sobran las distracciones, sino a la generalizada falta de interés e incluso apatía respecto al conocimiento en general. Aquello es problema mundial ya que ser inteligente aparentemente no es cool, ni tiene charm ni glam alguno. Y es peor si a más de tener una mente brillante se es aplicado.
(To be continued..)